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1 may 2013

Cultura esclavista

El trabajo, en su concepto físico, se define el cambio de energía de un punto a otro. También como el resultado de aplicar una fuerza sobre un cuerpo para cambiar su posición. No obstante hay otra valoración del trabajo más directamente vinculado al hombre (mujer o varón) que lo realiza. Es una definición vinculada al esfuerzo que hacía una persona, porque cuando empezaron a inventarse las palancas la fuerza aplicada por el hombre (mujer o varón) disminuía aunque el trabajo que se ejecutaba era el mismo. Porque implicaba un esfuerzo físico y una pérdida de libertad, todo el mundo intenta evitar el trabajo intentando que lo haga otro. La injusta organización de las sociedades desde su inicio, la esclavitud y la servidumbre, su forma atenuada, es tan antigua como la propia humanidad, hizo que el trabajo tuviera connotaciones no sólo de indeseable por el esfuerzo exigido sino porque esa pérdida de libertad, cuando era absoluta, hizo sinónimos esclavo y trabajador. Las circunstancias de los trabajadores han variado, pero menos de lo que se cree. El esquema mental en relación con el trabajo se mantiene. La injusticia en su ejecución a la que ayuda la coartad de la maldición bíblica ¿por culpa del pecado original? ha mal educado a los creyentes en extraterrestres en legitimados para abusar del trabajo ajeno y en legítimo sufrirlo. De hecho se puede decir que ha cambiado tan poca ambos puntos de vista que hoy podríamos decir que el trabajo es una “formula civilizada de esclavitud”. Hoy la relación laboral es similar a la que existía en la época en la que lo realizaban los esclavos con algunas ligeras modificaciones en la relación amo/esclavo. La más aparente es en la nomenclatura: al “propietario de esclavos” se le llama “empresario” y al esclavo” se le llama “trabajador por cuenta ajena”. La relación laboral sigue siendo el derecho de uso, en el tiempo y el espacio, del cuerpo del “esclavo” o, si Vds. prefieren, del “trabajador por cuenta ajena”. Supongo que esta definición habrá provocado rechazos en el lector. Analicemos si su reacción fue correcta y analicemos la realidad de la mayoría de las relaciones laborales: ¿Qué trabajador se opondrían a trabajar algunas horas más si se lo pide su “amo”? Quizá que en el pasado hubiera algunos; en el momento actual no hay ninguno. Quizá que antes se exigiera el pago de esas horas extraordinarias; en el momento actual se pactan - ilegalmente - incluidas en el contrato. Quizá antes se pagara, en especies, la manutención y alojamiento del esclavo; en el momento actual se le paga un sueldo - blanco o negro -y allá se las arregle con sus necesidades vitales. Tampoco el trabajo intelectual se libra de esa esclavitud. Un buen meritorio hará todas las horas extraordinarias que se le pidan y acabará su informes avanzada la noche paraqué se vea que es un buen ¿”trabajador por cuenta ajena” o “esclavo”?, y lograr, con esos méritos, acabar con la situación de interinidad en la que vive, ¿una subespecie de la “esclavitud normal”? Si hay que irse a Barcelona, se coge uno el AVE o el avión y se levanta a las 5 para coger “el de las 7”. En el viaje se aprovecha para terminar de `preparar la reunión y así, tras estar trabajando todo el día se regresa pasadas, holgadamente, las 12 horas de trabajo diario. ¿No es eso una disponibilidad total del cuerpo ajeno en el tiempo y en el espacio? Y aun puede uno encontrarse con el comentario ¡que buena vida te das!, si en lugar de ir a Málaga, Barcelona o Vigo de vez en cuando, un día estás en Londres, otro en Düsseldorf y el tercero en Los Ángeles (no en los de San Rafael sino en los de California). Por supuesto, todas tus ideas son de tu “amo” cuando te exige que des “soluciones ingeniosas” para resolver los problemas, físicos, de relaciones humanas, de lograr contratos, etc., que tiene tu amo. ¿Acaso no es esa una apropiación de tu mente que no soportaba el esclavo? Sin duda tiene Vd. algo de razón cuando destaca que, al menos, hoy la servidumbre sexual no se incluya dentro de las obligaciones del “trabajador asalariado” como lo estaba para “el esclavo” en la antigüedad, o en la actualidad, porque la esclavitud sigue existiendo en su más ext4nsa plenitud de la palabra. Ahora bien, si eso fuera así, ¿hubiera sido necesario establecer que es un delito la invitación, más sub-yugante que seductora, cuando no la directa exigencia de una mayor disponibilidad corporal por parte de jefes/as a subordinados/as? Si Vd. nunca sufrió esa esclavitud fue afortunado. La realidad es la que es. En el pasado había “esclavos /trabajadores por cuenta ajena” con excelente trato de sus ”amos/empresarios”.

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