Test Footer


5 nov 2013

Democracia es República

El próximo 7 de noviembre lamentaremos que, una vez más, España maltratara a uno de sus mejores ciudadanos, asesinado a manos del mayor de todos los villanos el Borbón Fernando VII de raza inextinguible. Él arruinó un imperio floreciente a principios del S. XX. Hundió en la miseria a España y a América en una guerra fratricida. Provocó el enfrentamiento entre la España democrática y la más oscura, integrista, reaccionaria apoyo constante de los Borbones,  un regalo envenenado de Francia. Traicionó al pueblo regalándole a Napoleón el reino después de habérselo robado a su padre, en lamentable precedente histórico. Y contra ese pueblo inocente que le devolvió el trono y una constitución democrática el Borbón villano, el que felicitaba a Napoleón cada vez que sus tropas vencían a las españolas, aun lo traicionaría otra vez pidiendo a tropas extranjeras para que asesinaran a los españoles democráticos.
En lugar de aprender en cabeza ajena, en la que le cortaron a su pariente Luis XVI, apoyó el golpe militar del General Elio, ¡Capitán General de Valencia!, con el apoyo de la iglesia para seguir ejerciendo de dictador regios en un país que conquistara su soberanía por si mismo.
Defensor de la constitución, Riego, ese bravo asturiano que recibirá en Tineo, su pueblo natal, el homenaje a su gallardía y honradez, luchó contra Napolón al lado de los Generales Acevedo y Lacy, que tiene una calle en Madrid, y soportó que el más villano de los Borbones se negara a jurar la Constitución que le había regalado un reino del que, a todas luces, era indigno.
Su lealtad la democracia le obligó a conspirar contra el felón Borbón  para devolver al pueblo su soberanía: la de la Constitución democrática. El dictador regio quería mandar tropas para sofocar los intentos separatistas de los españoles de América, que al ver esta enésima traición del Borbón decidieron romper con él dejándole ejercer su dictadura sólo en la metrópoli.
Varios oficiales convencieron al Teniente Coronel Riego para que encabezara un movimiento a favor de la Constitución democrática de 1812. Se alzó en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el 1 de enero de 1820 con una famosa proclama cuyo valor permanece intacto pese al paso del tiempo: “España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna. La Constitución española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz, entre sangre y sufrimiento. Mas el Rey no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y respete esa Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último labrador ( ... ) Sí, sí, soldados; la Constitución. ¡Viva la Constitución! 
Un pueblo ignorante presenció sin interés su paso por Andalucía en defensa de las libertades. Era el mismo pueblo alienado  que había gritado pocos años antes ¡Vivan las caenas! Cuando todo estaba perdido, la llama prendió en Galicia - A Coruña fue la primera ciudad que re-proclamó la Constitución, -  y extendida por toda España arribó en Madrid a las puertas del Palacio Real. El cobarde, como siempre, el 10 de marzo, nueve días antes del aniversario de la Constitución firmó su Manifiesto, un nuevo engaño al pueblo soberano: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional», y el pueblo le creyó.
Durante el siguiente trienio liberal la suerte de Riego sufrió altibajos, pero conservando su popularidad llegó a ser Presidente de las Cortes. Allí, ante la nueva traición del Borbón - traer tropas extranjeras, los 100.000 hijos de S. Luis para asesinar a los españoles demoocratas y recuperar la dictadura regia  - quiso que las Cortes declararan su incapacidad. Luego marchó a Andalucía y reorganizó sus tropas; derrotado Jódar fue traicionado y entregado al Borbón traidor, que lo acusó de traición. Fue un precedente de  lo que haría un siglo después otro traidor que también jurara la constitución democrática: el genocida General Franco. Arrastrado vilmente en un serón hasta el patíbulo, fue ahorcado en la Plaza de la Cebada  en Madrid entre los insultos del mismo pueblo que tantas veces le había vitoreado. Sic transit gloria mundi!
Vaticino la falta de memoria histórica de todos los medios de comunicación. Quienes amamos la libertad y la democracia, al recordar su asesinato recordaremos que la única soberanía que cabe en un país democrático es la republicana. Sólo en ella será verdad lo que falsamente declara la CE78 “en el pueblo reside la soberanía de la que emanan todos los poderes del Estado”, art. 1.2. Ahora el poder del Jefe del Estado no emana del pueblo sino de la voluntad del traidor: el golpista y genocida General Franco; su padre putativo.

0 comentarios:

Publicar un comentario