Test Footer


18 may 2013

La Química: 2. Ni buena ni mala

Un día un extranjero llamó mi atención sobre el hecho de las innumerables expresiones y lugares comunes que utilizamos en nuestro lenguaje que, incluso los que somos racionalmente opuestos al maltrato de los animales, tienen connotaciones tarinas. Expresiones como “dar un quite”, “llevar a alguien contra las tablas”, “hacer un quiebro”, “metérsela hasta la bola”, “darle una larga cambiada”, etc., nos son comunes.
También nuestro léxico habitual recoge expresiones que tienen que ver con la química, unas más favorables que otras, de las que tampoco nos damos cuenta cuando las usamos.
La primera es esa connotación despectiva de la expresión “eso es química”, con la que se desacredita un producto cn el que un falsificador nos quiere hacer aparecer algo como lo que no es, p. ej. el vino. Al decirlo se olvida, sin embargo, que fue el concoimetno de la fermentación del vino, un proceso químico, la que permitió que hoy tengamos unos vinos de calidad.
En cualquier caso, el error es evidente. Pese a que nadie confunde a un leñador con un verdugo medieval, ambos utilizan el hacha, la química, como el hacha. No tiene la culpa de las intenciones ni de las aplicaciones del que la maneja, sea verdugo o falsificador, en el caso del comerciante que nos vende un vino adulterado. 
Pero, como siempre, se trata de evadir la responsabilidad de nuestros actos. Echarle la culpa al hacha o a la química es una actitud tan ridícula, más aun en una pesona adulta, como la del niño pequeño que le da una patada a la silla contra la que ha tropezado echándole la culpa por el daño recibido que se debe, íntegramente, a su propia torpeza o atolondramiento y no a la silla.
Frente a este menosprecio hay otra expresión meliorativa, justamente opuesta, que dice “hay muy buena química entre ellos”, para indicar la buena sintonía que existe entre dos o más personas.
Lo “corrosivo” es una metáfora que se utiliza para identificar las palabras malintencionadas que llegan a identificar al individuo: “un tipo corrosivo”. Su opuesto podría considerarse en la identificación de la buena persona, cuyo trato resulta “un bálsamo” ante las desgracias que sufrimos
La resistencia del "galvanizado" es sinónimo de quien, por aguerrido, soporta las adversidades naturales, que la vida nos corroe como el medio ambiente; tanto, que al final acaba con todos; decimos de alguien que está “galvanizado” cuando queremos ponderar al que sufrió, pero resiste..
La quintaesencia de la calidad, en un tono castizo madrileño, ignoro si se usa también en otras regiones, se expresa diciendo “niquelado” - dígase con todo arrastrado “niquelao” alargando la a - suprema expresión de lo que no puede ser mejor.
"Oro puro” u “oro fino” son virtudes que suelen atribuirse más específicamente al corazón, como expresión de nobleza, que la de “niquelado”, que se refiere más a un conjunto de virtudes, entre ellas la resistencia de la que carece el oro.
“Férrea” es la resistencia que se atribuye, nada menos que a los Titanes y a todos los que, con denuedo, afrontan vicisitudes adversas ante las que otros menos bragados hubieran cedido.
“Untuoso”, siendo virtud contra el rozamiento, suele tener asociado un sentido de menosprecio; se atribuye al servil, falso e hipócrita en el comportamiento. No obstante, rompamos una lanza por el aceite, porque él engrasa los goznes de la convivencia; conviene recordar que como en la ensalada el exceso de unas gotas perjudica menos la que el exceso de vinagre.
Pero también decimos de alguien que, en el lado opuesto de su sensibilidad, es muy "ácido" en el trato, cuando  es de trato áspero y seco, como el tacto de la mayoría de los ácidos. 
“Temple acerado” es virtud que se atribuye al que sabe combinar la resistencia con la tenacidad en  proporciones donde fallaría cada una de ambas virtudes en solitario.
La asociación de la química con el “mal olor” es, sin duda, una de las atribuciones más injustas, sin dejar de reconocer la correción de su asociación Cuando se hace se olvida que a ella debemos también los “olores más placenteros” que seducen nuestros sentidos. Hay toda una química de productos aromáticos que compensa sobradamente los olores desagradables que, para un químico, jamás lo serán, sino característicos.
“Argentina” es la voz que suena alegre y juguetona, como la plata que se golpea; “broncínea” es la que, al son agradable y lleno de armónicos añade la virtud de la potencia sonora que procede de la buena factura de bronce de las campanas con un diseño geométrico adecuado.
Pero también el “bronce”, como el hierro, tiene asociada la virtud de la resistencia, quizá porque ambos fueron materia prima de armas a medida que se fueron descubriendo y porque el bronce suele soportar mejor la corrosión ambiental.
La lista no se acaba aquí; este comentario es un mero recordatorio con el que se invita a ser reflexivos sobre los contenidos y orígenes de nuestro propio lenguaje. Un lenguaje rico en esencias y en significados.  Un lenguaje cuyo gran valor expresivo tantas veces nos pasa desapercibido y, cmo un caso particular, a descubrir un inmenso mundo de metáforas químicas meliorativas o peliorativas.

0 comentarios:

Publicar un comentario