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17 dic 2016

El tiranicidio y el premio Nobel de la Paz

En las dictaduras hacer algún comentario que no sea laudatorio respecto al Jefe del Estado es un delito tipificado en su Código Penal. En otros países llegó a ser delito el hacer “acrósticos” donde se leyera algo, normalmente, una verdad, sobre del dictador de turno. Si las dictaduras además de monárquicas eran teocráticas, Vaticano y diversas monarquías civiles, además de delito estaba tipificado como pecado. Curiosamente el dictador del Vaticano se arrogaba el derecho dictatorial de derrocar a los dictadores monárquicos que quisiera.
Una dictadura, se disfrace como se disfrace, sólo es un atropello a la libertad individual – la esencia del ser humano – al que priva del derecho fundamental a elegir al Jefe del Estado mediante elecciones libres y periódicas. Un derecho fundamental que con todo descaro muchas de esas dictaduras monárquicas incluyen en la Constitución para violarla luego  con la connivencia de los políticos en un pacto mudo de connivencia delictiva en contra de la libertad.
En la edad moderna la evidencia del atropello de las dictaduras monárquicas llegó a tal límite que varios jesuitas apadrinaron con gran éxito el regicidio. El P. Mariana, jesuita, teólogo e historiador publico finales del S XVI un famoso libro “De rege et regis institutione donde justifica el tiranicidio. Su gran difusión en toda Europa condujo a su quema pocos años después en París porque su Parlamento, el mismo que ordenaría cortarle la cabeza a Luis XVI, consideró que era subversivo. Quizá estaba muy reciente el regicidio de Enrique IV por Ravaillac pese a que éste negó conocer ese texto y el de Enrique III por fray Clemente.
Clemente fue más próximo a las declaraciones de Bellarmino, otro jesuita, inquisidor que llegó a ser arzobispo y cardenal. Dice en su libro “Teoría del regicidio según los jesuitas, los católicos y los protestantes, eclesiásticos y seglares”: “Permitido es a un particular matar a un tirano, a título de derecho de propia defensa: porque aunque la república no lo manda así, se sobreentiende que quiera ser siempre defendida por cada uno de sus ciudadanos en particular, y hasta por los extranjeros; por consiguiente, si no puede defenderse más que con la muerte del tirano, a cualquiera le está permitido matarle”.
Jorge Buchanan, preceptor de Jacobo I dijo: “Tenemos por cosa cierta, que a todo extranjero le es permitido matar un tirano, declarado tal por la voz pública, y hecho famoso por sus rapiñas, asesinatos y crueldad” y razona “que todos los particulares concedan recompensas a los asesinos del tirano, como se conceden a los que matan lobos”.
En Francia Juan Mayor, doctor de la Sorbona dijo: “El rey recibe su poder del pueblo, y cuando haya causa razonable, el pueblo tiene derecho a quitarle la corona” y Juan Bodin, uno de los padres del derecho político, dijo en su libro “Republica”: “Tenemos por cosa cierta, que a todo extranjero le es permitido matar un tirano, declarado tal por la voz pública, y hecho famoso por sus rapiñas, asesinatos y crueldad”.
Iniciado el S. XVII Acquaviva, General de los jesuitas, prohibió  “admitir o sostener en público, en las cátedras o por escrito, o en privado, como consejo u opinión, la doctrina según la cual se considera lícito, so pretexto de tiranía, atentar contra la vida de un príncipe o de un rey” con lo que así siempre había un jesuita a favor de cada  tesis. 
                En el S. XVIII los USA hay dos referencias clásicas; una, atribuida a Jefferson “El árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos” y la otra que fue la propuesta de Franklin para poner en el limbo del Gran Sello de los USA, con fundamentación religiosa: ·La rebelión contra los Tiranos es la obediencia a Dios.
La doctrina es secular. En el S. VI  antes de nuestra era se consideró mártires de la libertad a Aristogitón y Harmodio, que derrocaron a Hipias tirano de Atenas. Más sabido es que Bruto mato a César para salvar a la República de su tiranía pero no logró salvarla. Cicerón decía: “los tiranos pertenecen mucho más a la raza de los lobos y de las bestias dañias que los hombres. El que los mata es un bienhechor político”.
 En el medievo Sto. Tomás dice en su ”Gobierno de los Príncipes”: “Si no puede recurrirse a autoridad que haga justicia del usurpador, el que lo mata salva la patria y merece recompensa” aunque en paralelo propone: 1º.  Que en la monarquía el pueblo conserve el derecho de deposición ¿no es esa la esencia de la Republica? 2º. Que el  Papa pueda deponerlo  y 3º.La oración a Dios según el proverbio:  “El corazón del rey está en manos del Señor, quien lo inclinará a donde quisiere”.
En España el gerundense Francesc Eiximenis autor de “Regiment de la cosa pública” afirma que “Ab sa propia senyoría el pueblo tiene derecho a condicionar como el gobernante manda” y aunque es partidario de la monarquía hereditaria defiende el tiranicidio.
                Eran épocas donde el valor de la vida humana era mínimo.

Por eso hay que considerar que el que los actuales tiranicidas se conformen con hablar mal – es decir, diciendo cosas ciertas – de los reyes y otros dictadores o de quemar sus efigies, pintarrajear sus esculturas, retirar sus bustos por no considerar ejemplar su vida o quemar sus fotografías o la bandera del Estado del que son dictadores todas esas actitudes debería considerarse un mérito para recibir el Premio Nobel de la Paz. España se lo merece por lo que hizo con Isabel II y Alfonso XIII. ¿Tendremos que seguir haciendo méritos para recibirlo?

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