Test Footer


21 ene 2017

Populismo y república democrática

            Para ocultar el atractivo de la verdad se menosprecian las palabras que la representan.
¿Recuerdan Vds. lo que nos decía el dictador militar?: no hay que confundir la libertad con el libertinaje. Se trataba de este modo indirecto de desacreditar la palabra en la que reside la esencia del ser humano: ser libre.
Ninguno la confundía: el libertinaje reside en la dictadura; la libertad reside en la república. Así ha sido siempre y así seguirá siendo aunque algunas dictaduras monárquicas puedan ser dictablandas y, como ocurre con las nórdicas, tener una distribución de la riquea razonablemente más justa no por ello dejan de ser dictaduras en las que se le niega al ciudadano la libertad de elegir al Jefe del Estado.
Hoy sus herederos nos dicen: no hay que confundir populismo con democracia representativa. Pero el populismo es sinónimo de democracia, es decir el gobierno del pueblo. Que lo haga a través de unos representantes que el pueblo elige no es más que una cuestión técnica pero que exige una cuestión esencial: “que los representantes nos representen”.
Ninguno lo confunde; populismo es democracia, y una democracia representativa si “no nos representa” es una dictadura, que sea militar o monárquica da igual; es dictadura.
En una democracia republicana “la soberanía reside en el ciudadano que la ejerce  colectivamente para elegir a sus representantes y a todos los poderes del Estado”.
En una dictadura monárquica como la que tenemos “la soberanía reside en el pueblo de donde emanan todos los poderes del Estado”.
Ninguno confunde estas dos definiciones; no está de más el analizar las diferencias.
En el primer caso el sujeto es el ciudadano, algo peligroso porque ciudadanos somos todos y cada uno de nosotros; es decir, todos y cada uno de nosotros somos soberanos y todo el Estado, el Gobierno - el poder ejecutivo - y la administración que el gestiona, pero también el Parlamento - el poder legislativo - y por supuesto la Justicia - el poder judicial - están al servicio del ciudadano: de todos y cada uno de nosotros sin excepción.
Las palabras son importantes porque transmiten conceptos. Prestémosle atención.
Fíjese Vd. en la diferencia que significa que hablemos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o que su denominación fuera la de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Ciudadano. Su relación con ellas sería distinta sólo con este cambio de nombre. La relación de ellas con Vd. también sería distinta; en vez de considerarse “la autoridad sobre Vd.”, en realidad sólo son agentes de la autoridad, estaría claro que son “los empleados a su servicio”, al del único soberano que existe en una democracia. ¡Casi nada de diferencia!
Si se substituye “ciudadano” por “pueblo” Vd., persona de carne y hueso desaparece secuestrado por un ente de ficción: el “pueblo”; algo difuso y magmático en cuyo nombre puede hablar todo el mundo. Por el contrario en su nombre sólo puede hablar Vd.; también quien lo represente ¡pero sólo si lo representa! Si no lo hace Vd. tiene todo el derecho del mundo a recuperar un derecho del que nunca abdicó, sólo permitió su ejercicio: el derecho a opinar empezando por opinar que los representantes electos “no nos representan”.
En una democracia representativa el parlamento está elegido por los ciudadanos. Pero siempre y cuando la ley electoral no haga trampas y traicione el fundamento esencial de la democracia representativa: una persona un voto. Si la ley no respeta el principio básico de la representatividad no es que lo digamos nosotros, es que la propia ley es la que establece, con ese fraude legalizado, que esos representantes “no nos representan”; simplemente han secuestrado nuestra representación. Que quienes “no nos representan” quieran seguir haciéndolo es lo normal: todo secuestrador obtienen beneficios de mantener el secuestro ellos “no nos quieren representar” les basta “secuestrar nuestra representación”, que es otra cosa.

Por último, en una democracia es verdad que todos los poderes del Estado emanan de los ciudadanos, pero en una dictadura hay un poder del Estado, el del Jefe del Estado, que no emana del ciudadano sino de la voluntad del propio Jefe del Estado, si fue el primer dictador de la saga o de la coyunda fértil de sus papás, si es el heredero de la dictadura. Aquí no es que las palabras sean diferentes, aquí, simplemente, una afirmación es una mentira para que pase desapercibido que el Jefe del Estado  ha secuestrado la soberanía que reside en el ciudadano

0 comentarios:

Publicar un comentario