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23 abr 2017

Madrid y la 9

En pleno centro de París, en dependencias del Ayuntamiento, hay un jardín pequeño y recoleto donde florecen las rosas aromatizando la alegría de los niños de un jardín de infancia que frecuentan los hijos de los funcionarios municipales. Desde hace un par de años tiene un glorioso nombre Jardin des combattants de la Nueve, así, en castellano. Es uno de los homenajes que rinden los franceses  a los republicanos españoles que constituyeron ese batallón, eran 146 de un total de 160 efectivos, que el 24.08.1944 entró como avanzadilla en la sede de la alcaldía parisina iniciando así la liberación de la capital ocupada por los nazis.
Fue paradójico, por no decir hipócrita, que en esa inauguración estuviera presente el hijo del heredero de Franco, el genocida que derrotó a los defensores de la libertad, para homenajear a unos españoles cuyo triunfo fue conseguirla para los franceses frente al mismo enemigo. La defensa de la libertad frente al fascismo fue el timbre de dignidad de aquellos españoles. ¿Qué pintaba él allí?
Su amor a la libertad les hizo olvidar el indigno comportamiento de Francia cuyo gobierno ayudó a los nazis al no suministrar las armas a la República democrática española a lo que le obligaba su contrato con el Gobierno. No fue el único perjuicio. Ese gobierno se sumó a al gobierno británico inventor del pacto de no intervención. Ese pacto, culmen de la hipocresía, exigió el fin de la participación de las brigadas internacionales formadas por ciudadanos libres, en una guerra en la que a favor de los delincuentes, autores del delito de traición, participaban directa y organizadamente los ejércitos alemán e italiano a los que se permitió seguir financiando al genocida e interviniendo directamente en la misma. También los USA; y de nada sirvió que Roosvelt reconociera su error porque lo dice claro el refrán: “a burro muerto, cebada al rabo”.
La presencia del hijo del heredero de Franco sin duda fue una humillación innecesaria. Sobraban dignos herederos de esos españoles que defendieron la libertad de la que nos privaron Franco y sus herederos y continuadores en la Jefatura del Estado; españoles que seguimos defendiendo la libertad y la democracia de la que todavía no disfrutamos, aunque el régimen parlamentario haya mejorado. Era más que innecesario la presencia de uno de los herederos de Franco, hijo de quien lo alabó, nieto de quien se alistó en el ejército para acabar con la república democrática y biznieto de quien, condenado en rebeldía por delitos de traición, la financió y se declaró el primer fascista en carta dirigida al genocida General Franco.
         Hace unos días se dedicó otro parque en Madrid a esos mismos generosos y bravos españoles. Las máximas autoridades presentes han sido las alcaldesas de Madrid y París. Lo más significativo fue la ausencia de los miembros del Gobierno, declaración expresiva de su herencia ideológica tan claramente manifestada en actos políticos y jurídicos como el del flagrante incumplimiento de la Ley de Memoria Histórica.
También que el Jefe del Estado heredero del heredero del genocida que “homenajeó” a esas mismas personas en París no se atrevió a rendirles el mismo homenaje en Madrid. ¿Le sobró cobardía para no atreverse a hacerlo ante los republicanos presentes en ese acto o le falto la hipocresía de que hizo alarde con su presencia en el acto de París cuando declaró: “Este jardín será símbolo de la libertad y la tolerancia, dos de las grandes señas de identidad de París que han atraído a lo largo de décadas a algunos de mis compatriotas más destacados”?
Porque tenía razón; tuvieron que ir a París no sólo estos compatriotas más destacados sino los cientos de miles, los millones de compatriotas menos destacados y que por su mayor humildad son más dignos de reconocimiento. Ellos tampoco encontraron ni libertad ni tolerancia en España. Sus vidas fueron destrozadas en un cruel exilio, cuando no asesinados y escondido el crimen en las cunetas que el actual gobierno no quiere descubrir. Todo a manos del genocida cuya herencia de la Jefatura del Estado es ilegítima según la regla jurídica de “los frutos del árbol corrompido”. Sólo hay democracia allí donde el nombramiento de Jefe del Estado lo hace libre, voluntaria y periódicamente el ciudadano, un ejercicio de la libertad que hoy sigue sin tener alojamiento en España.
De todos modos veamos el vaso medio lleno. Su ausencia evitó tener que abuchearlo no sólo por su presencia sino en el caso de que se atreviese a decir lo que dijo en París con toda desvergüenza: "Quienes intentaron acallar el espíritu de libertad mediante el terror fracasaron el igual que fracasaron quienes en el pasado pretendieron apagar las luces de esta ciudad y fracasarían de nuevo quienes pretendiesen intentarlo". En Espala triunfaron y siguen triunfando viviendo de aquel triunfo con total deshonestidad.

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