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1 abr 2017

El armario de la monja

Si una persona está en un lugar público y cuenta a sus amigos un chiste pasado de tono, sea ese tono moral, político, de buen gusto o rebasando cualquier límite que exige la buena educación solo acredita estar maleducado. Si desea que alguien muera víctima de un ataque terrorista o lamenta que se haya salvado lo dicho es una metáfora revela la mala opinión que tiene hacia el muerto o hacia el que sigue vivo. Es el mero ejercicio del derecho de opinión, lo que incluye la grosera opinión en contra y no sólo las alabanzas. No cabe confundir lo dicho con el deseo de que premien a quien asesinaron - ¿desde cuándo es un delito el deseo? - o confundirlo como una incitación al asesinato.
Lo que se dice a un determinado colectivo tiene a éste como su destinatario aunque lo oigan los demás. Los demás son terceros ajenos; su audición es ya una indiscreción; prestarle  atención es una cierta violación de una confidencia que no está dirigida a ellos pero que por decirse en un lugar público es delictivo su conocimiento. Pero siempre ha estado mal visto ser un vulgar “corre, ve y dile”  en asuntos que no son propios. No han leído en el Quijote: “No te metas en dibu- / ni en saber vidas aje- / que en lo que no va ni vie- /pasar de largo es cordu-”. El resultado es que el número de gente cuerda es menor del que sería de desear.
Hablar en un lugar público no equivale a hablar urbi et orbe aunque dado que la mayoría de los españoles más que hablar grita, pudiera entenderse como que lo dicho se destina a todo el mundo. No es así. Lo mismo ocurre con los tweet. La falta de privacidad del mensaje no autoriza a recibirlo a quien, porque le disgusta su contenido lo que tendría que hacer sería dejar de leerlos. Seguirlos es mantener una actitud directa, consciente y voluntaria de querer seguir leyéndolos lo que revela un cierto desequilibrio mental con presuntas tendencias masoquistas. Son gente que me recuerda a aquel ciudadano de extrema izquierda que sólo leía periódicos de extrema derecha; el caso contrario seguro que también se da. Un día un amigo suyo se animó a manifestar su sorpresa por un comportamiento que a primera vista parecía incoherente. El descerebrado se lo explicó “¡los leo para indignarme!”.
Al empezarse a proyectarse películas porno o subas de tono para las normas de entonces se las identificó con una “X” para que nadie que no quisiera ver porno se equivocara. Hoy no. El que va a un espectáculo debe elegirlo; si se equivoca y lo que le ofrecen no le gusta o, sobre todo, si le ofende su solución es levantarse e irse; no denunciar a los jueces que lo que allí se dice le molesta  a él. Cada persona tiene derecho a la libre deambulación; eso incluye el derecho a estar en lugares públicos, incluso a entrar en ellos pagando entrada si así se exige; no a que le guste el espectáculo ofrecido.
Es viejo el chiste de una monja que se quejó al capellán del convento de que el vecino del piso de enfrente se desnudaba con la ventana abierta para escandalizarla.  El cura sorprendió y con la Madre Superiora fueron a verificar los hechos a su celda a eso de las 11 de la noche. En la celda el capellán vio que la ventana estaba parcialmente tapiada: sólo se veía el cielo y no el edificio que estaba enfrente . “¡Sí, si!”, confirmó la monja, “pero súbase Vd. al armario y verá lo que se ve!”.
Hay playas para nudistas y playas para gente que se baña con traje de baño; hay piscinas donde se puede uno bañar desnudo y otras donde se exige el traje de baño; etc., etc., etc. Nadie puede quejarse de que haya gente que atropella su moral y su pudor cuando entran en los lugares públicos en los que la gente va desnuda sólo porque esos espacio sean públicos.
¿Qué grado de privacidad tienen los tweets que uno publica? ¡Total y ninguna! Se comparten con las personas a las que les gusta su contenido; no con las que los leen para indignarse; ni con los que se suben al armario; se destinan para compartir una broma por poco contenido de broma que tenga según como se mire con los que la aceptan les divierta o les disguste porque aceptan disgustarse.
El art. 18.4 CE78 dice: “La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”. Es pues la víctima quien puede denunciar el “atropello la intimidad personal y familiar”, no otra persona no autorizada a su defensa. Que esa otra persona considerara atropellada su intimidad personal y familiar si de ella se hubiera dicho lo mismo no la legitima ni convierte en delito lo dicho. Máxime si su “presunta víctima” declara que no siente afectado “el pleno ejercicio de sus derechos”. Y aun si lo sintiera el juez debería considerar si la “presunta agresión” es sólo una grosería, una zafiedad o una expresión de mal gusto que merece todo el rechazo social pero sin llegar a tener categoría de delito.
 Quien lee un tweet que no le gusta en su contenido, ni en su intención, ni en su forma, etc. y que no afectan el pleno ejercicio de sus derechos” a la “intimidad personal y familiar¿por qué se mete donde nadie le ha llamado?; ¿por qué sigue leyendo lo que le desagrada?, ¿por qué no se calla?
                El Código Penal es la última ratio. No se pueden convertir en delito ni los pecados, ni las faltas de educación, ni las faltas administrativas. Cada comportamiento incorrectos tienen su propio ámbito de sanción, social, administrativo, penal. La libertad de opinión tiene como límite el pleno ejercicio de sus derechos” de los demás. Si ni la “presunta víctima” se declara agredida en sus derechos ¿dónde está el delito? Si como se dice “el pecado está en el ojo del que ve” pudiera ocurrir que “el delito estuviera en la mente del que juzga o del que acusa” y que el delito "se consuma" con la acusación o con la sentencia condenatoria sin haber agresión a nadie.

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